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Sebastián Faena, entrevista y tapa de El planeta urbano

Trabajó en revistas icónicas (desde Vanity Fair hasta V Magazine) y atrapó con su lente a mitos de la moda, como Cindy Crawford o Lady Gaga. También dirigió una película incómoda y audaz que sacudió el aletargado panorama local. Radicado en NY, es el gran fotógrafo argentino que triunfa en el mundo.


–Declaraste que tus primeros amores fueron el cine y la música, mientras que tu relación con la fotografía tuvo sus altibajos. ¿Cómo se desató, finalmente, esa pasión “te amo, te odio, dame más”?

–Muy espontáneamente, porque nunca fue algo que yo soñé: sucedió de la noche a la mañana. Al principio creía que mi talento con las fotos era como un regalo, algo que no me pertenecía y que podía perder en cualquier momento. Nunca estudié ni asistí a nadie. Al principio, la mitad de los rollos me salían negros, pero las fotos que lograba imaginar me gustaban mucho. Ahora es un oficio y una adicción más.

–El mundo de la moda tiene sus propios rockstars, como Carine Roitfeld, la dama que le puso rocanrol a Vogue Paris. ¿Cómo es tu relación con ella? Ustedes comparten la irreverencia, cierta belleza áspera y el desafío a los tabúes culturales. ¿Qué lugar ocupa el sexo en tu manera de mirar?

–A Carine la quiero mucho, es como familia. Admiro su talento, y aunque a veces podemos pelearnos mientras trabajamos, nos tenemos fe. Compartimos sueños muy parecidos, como cuando hicimos las fotos para las producciones de ET, River Phoenix o Nadia Comāneci. En cuanto a lo otro… (se ríe). Creo que de chico me interesaba más el asunto del sexo y las fantasías que nunca iba a realizar en la vida real. Si bien hoy no siento que el sexo en sí sea una inspiración tan grande, me interesa que las personas a las que estoy fotografiando se sientan y se vean muy sexuales. Eso me gusta, lo hago inconscientemente.

–Dirigiste una película, La mujer rota, en la que Dolores Fonzi explora sin miedo todos los límites actorales. ¿Qué diferencias hay entre trabajar con una actriz y con modelos y celebs, como Lady Gaga, Miranda Kerr o Gigi Hadid?

–Dirigir a Dolores fue increíble, porque es una actriz extraordinaria. Yo tenía 23 años, y lograr filmar esa película fue un sueño. Por otro lado, trabajar con modelos como Miranda Kerr o Gigi está bueno porque además de ser muy hermosas también actúan. A Lady Gaga le gusta muchísimo que la fotografíen, entonces el momento se vuelve recíproco. Cuando trabajo con ella entiendo los referentes que tiene en la cabeza, los leo cuando se mueve. Comprendo a qué se refiere si posa de una cierta manera. Es lindo sacarle fotos a quien le gusta tanto como a vos lo que está sucediendo.

–Tu filme tiene un título eminentemente literario. ¿Qué pensás de películas que intersectan fotografía y literatura, como el clásico de Antonioni Blow-Up?

–Curiosamente, me gusta más El desierto rojo que Blow-Up. El desierto rojo es sobre una mujer que no sabe cómo sentirse bien porque su propia vida la contamina. Antonioni siempre fue pura fascinación para mí. Creo que lo literario en el cine es dificilísimo y no siempre salís airoso. El título de mi película fue malinterpretado cuando la estrené. Yo me refería a la mujer “que rota”, al movimiento de rotación. Me interesaba más ese significado que el de la mujer despedazada. Al principio usé el nombre del libro de Simone de Beauvoir como un work-inprogress-title. Tiempo después descubrí de qué trataba mi filme en realidad. Era la historia de una persona que daba vueltas sobre sí como el hámster en una rueda, sin llegar a ningún lado. El título era ideal, por eso lo dejé, y no fui nada ortodoxo aunque me pesó que exista una obra tan relevante con el mismo nombre. Algunos lo tomaron como una falta de respeto. Soy bastante irreverente, como dijiste antes. Hasta irresponsable, cuando puedo.

–Tu fashion story The Narcissist está protagonizada por el top internacional Jon Kortajarena, quien también actuó en A Single Man, el primer filme de Tom Ford. ¿Creés que en este momento la moda está más cinematográfica que nunca o que el cine está más fashionista?

–Las dos son expresiones visuales, ese es el territorio en común. Pero el cine tiene más responsabilidades que atender, es fundamental lograr que todo salga bien para que el tiempo dedicado tenga sentido. Por otro lado, me cuesta separar una expresión de la otra porque siempre el cine y las fotos vivieron juntas. Suelen decirme que mi fotografía es cinematográfica, quizás porque en mi cabeza ambas disciplinas coexisten y no les pongo nombre. Para mí es la única dirección posible.

–Hablemos de series. Hace poco estrenaste Those Wrecked by Success, protagonizado por Gigi Hadid, el primero de una serie de cortos para V Magazine que se viralizó en las redes. ¿Qué papel juegan el arte digital y las bitácoras como Instagram en este muevo modo de vivir la fotografía?

–La función de las series es entretener, y me convertí en fanático. En un punto son como las drogas, no podés parar y entrás en un estado donde casi desaparecés. Es trágico y a la vez es un lujo que me da mucho placer. En cuanto a las redes, hoy en día una revista decide no incluir tu foto preferida y podés subirla en tu Instagram sabiendo que va a ser vista por igual o más cantidad de personas. Ahora depende de vos que la gente vea tu obra o no, y eso crea un sentimiento de libertad. Está cambiando todo, nadie sabe exactamente cuáles son las nuevas reglas del juego. Es un mundo distinto en el que mucha gente cobarde negocia su identidad por encima del contenido. Entonces la razón se pierde y los límites se confunden en ese espejismo virtual al punto en que las personas tienen miedo de decir lo que sienten. O ya no sienten nada.

–La globalización impone nuevos códigos. ¿Cómo se te ocurrió esa pieza de cultura pop argentina llamada Botineras que creaste para V Magazine y recorrió el mundo?

–Empezó solamente como una historia de moda y después se transformó en un fenómeno antropológico que salió en todos los diarios del mundo. En un viaje a la Argentina me pregunté quiénes eran esas chicas en las tapas de las revistas, no conocía a ninguna. Me explicaron que eran esposas de futbolistas apodadas “botineras”. Llamaron mi atención, eran como grandes estrellas que compartían un estilo de vida muy particular. De alguna manera, lograron deslumbrarme, lo vulgar siempre fue muy importante. Para mí quiere decir: “No tengo miedo a cometer un error, no temo decir ‘fuck you’, esto me gusta aunque a ustedes les parezca que está mal”. Me parece que lo vulgar, tanto en la moda como en el arte, es relevante, tiene que ver con la libertad y con no temerle a nada(...)

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